El parque

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A Ainhoa le encantaba ir a leer a un parque cercano a su casa. Le parecía maravilloso perderse en medio de la ciudad, en uno de esos pocos lugares en los que no s eescucha el ruido de los coches, ni hay gnte con prisa que se abre camino a empujones sin volverse a pedir perdón. Allí todo era paz y tranquilidad. Siempre que ni tenía planes Ainhoa iba allí, se relajaba, pensaba en sus cosas...
Había un chico que también iba mucho al parque y que, desde hacía algún tiempo, se había fijado en ella. Se pasaba las tardes medio oculto, sentado, mirándola. Pero no se atrevía a acercarse. Le daba muchísima vergüenza. Hasta que un día se decidió. Tenía que hablar con ella. Estuvo a punto de dar la vuelta, pero tenía que ponerle nombre a la chica que ocupaba sus sueños. Le temblaban las piernas, y cada metro que se acercaba a ella se le aceleraba un poco más el corazón.
Ainhoa vio acercarse a un chico muy guapo. Era moreno y tenía unos ojos verdes preciosos. Pensó que habría quedado con alguien, pero no había nadie más allí. Así que se dijo a sí misma que iría a pedirle la hora, o un cigarro o algo así. Por eso se sorprendió tanto cuando vio que se sentaba a su lado y empezaba a hablar con ella.
- Hola, ¿qué tal? Soy Daniel.
- Hola. Yo soy Ainhoa.
- Verás, esto me da un poco de vergüenza. No se como decirlo... Llevo un tiempo viendote por aquí y... bueno, me parece que eres preciosa.
- ¡Vaya! Gracias. No se que decir.
- No hace falta que digas nada. Mejor nos vemos otro día. Adios.
Se levantó y se fue corriendo.
Ainhoa no se lo podía creer. Nunca había tenido demasiado éxito entre los chicos. Ese tipo de cosas les pasaban a sus amigas. Así que no pudo evitar que una sonrisa tonta apareciera en sus labios.
En el fondo estaba deseando volver a encontrarse con él, aunque solo fuera para saber si era una broma o no. Cada vez iba al parque con más frecuencia para ver si estaba allí. Pero tuvo que esperar dos semanas hasta que le vio acercarse.
Estaba guapísimo. Llevaba un jersey de cuello alto negro y una chupa de cuero. Ainhoa empezó a ponerse nerviosa. Ese chico le gustaba. Cuando llegó al banco, se sentó y empezó a hablar.
- Perdona lo del otro día. No debí soltarlo así, de sopetón. Soy un bruto. Espero no haberte molestado.
- No te preocupes, no me molestó en absoluto. Solo me sorprendió. Nunca me había pasado algo así.
- ¿Que un tio al que no conoces de nada se te declare?
- Bueno, eso tampoco, pero no exactamente.
- ¿Entonces?
- Nunca me habían dicho que soy preciosa.
- Pues lo eres.
- Gracias. Desde luego, sabes como subirle la moral a una chica.
El sonrió. Tenía una sonrisa preciosa. Empezaron a quedar. Daniel era dulce, simpático, divertido, cariñoso... y Ainhoa no pudo evitar enamorarse de él. Pero no quería estropear las cosas.
Llevaban dos meses viendose. Estaban hablando, como siempre, cuado de repente los dos se callaron y se quedaron mirándose. Él se acercó y se funderon en un largo beso. El tiempo se paró.  No existía nada antes de ese beso y sin él nada habría existido después.
Empezaron a salir y estuvieron juntos cuatro años. Con sus buenos y sus malos momentos, pero consiguieron vencer las tempestades. Aunque hay cosas que ni el amor puede evitar.
Aquel día habían quedado a las siete en el parque. Ainhoa estaba esperando. Eran las siete y media y Daniel aún no había aparecido, lo cual era muy raro, porque siempre era muy puntual. Le llamó al movil, pero no se lo cogía. Empezó a preocuparse, pero decidió esperar un poco más. A las ocho llamó a su casa, pero no se lo cogía nadie, así que dejó un mensaje pidiendo que la llamara, que estaba preocupada, y diciendo que se iba a casa.
Ya eran casi las diez cuando sonó su movil. Era la madre de Daniel, y notó en su voz que algo no iba bien.
- Hola.
- Hola. Verás... Voy a ir directa al grano... Daniel ha tenido un accidente. Está en el hospital. Los médicos dicen que no hay esperanza y.... quiere verte.
A Ainhoa le dio un vuelco el corazón. No podía estar pasando.
Fue corriendo al hospital. Cuando llegó, la madre de Daniel la hizo pasar a la habitación. Ainhoa entró sin saber lo que se iba a encontrar. Y no pudo evitar romper a llorar cuando le vio sonreir.
- Hola princesa. Acercate, anda. Ya te habrán dicho que me estoy muriendo.
- No digas eso, por favor.
- Es la verdad, y cuanto antes lo aceptes, mejor. Solo quería darte las gracias por estos años, por estar a mi lado en cada momento, por tus besos. Quiero que sepas que eres lo mejor que me ha pasado nunca. Me has hecho vivir y amar. 
- Te amo. Eres lo más importante para mi. No me dejes, por favor. Si tu no estás, no hay nada por lo que seguir.
- No digas eso. Tienes que seguir adelante. Prometeme que volverás a enamorarte. 
- No voy a poder. Mi corazón es tuyo, y siempre lo será.
- Dame un beso. Es lo único que quiero llevarme.
Se besaron, y fue el beso más dulce que se habían dado nunca. Todas las despedidas que jamás podrían expresar con palabras estaban en ese beso.
Daniel iba notando que se le escapaba la visa poco a poco.
- Se que siempre voy a estar en tu corazón, pero tienes que rehacer tu vida. Se que tu corazón es tan grande que caben más de dos personas. Solo tienes... que...
- ¡Daniel! ¡Daniel1 ¡ No me dejes! ¡No te vayas! 
Pero ya no dijo nada más. Ainhoa jamás podría olvidarle. Quizás volvería a amar, pero tendría que pasar mucho tiempo. Al menos el suficiente para que su corazón se recuperase, y no iba a ser fácil. No podía creer que no fuera a sentir sus caricias nunca más, que no volvería a abrazarla, ni volvería a ver su sonrisa. Pero siempre tendría el recuerdo de ese último beso, en el que se resumían cuatro años de un amor tan fuerte que, al menos en el corazón de Ainhoa, sobrevivió muchos años, por no decir que nunca llegó a irse.

                                      
      

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This page contains a single entry by Iluck published on February 11, 2011 3:48 PM.

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